¡Que cosa tan extraña e insondable – la música! ¿Qué es lo que le proporciona su esencia y su valor? Desde luego no el contenido. Bien sabemos que las grandes ideas no bastan para una gran sinfonía: no pocas obras que contienen magníficas invenciones terminan por ser eruditas y descarnadas. ¿Podría tratarse de sentimiento? No parece, porque algunas de las piezas más cálidas y más profundamente sentidas son composiciones bien pobres. ¿Acaso la forma? Algunas de las estructuras formales más conseguidas nos sorprenden como un juego vacío con distintos modelos. ¿O sea la suma de todo ello? Pero la experiencia demuestra que puede faltar una de ellas y seguir siendo grande esa composición. ¿Entonces qué es? Solo la palabra magia, tan esterotipada y sobre utilizada, sería apropiada y nosotros la usamos como el matemático utiliza la x, la incógnita, a la que no se puede nombrar pero que, por lo menos, puede indicarse con un símbolo…” “La música, como las demás artes, se ilumina y se oscurece según la iluminación o el oscurecimiento de la sustancia humana espiritual…” “El sonido es una cosa viva. Siempre forma parte del presente. Lo producen las personas vivas para oídos vivos”. “Escuchar la música es un ejercicio de sensibilidad porque escuchar es mucho más que oír”. “Lo que hace grande al arte no es la ausencia de defectos, no es lo que falta, sino lo que posee”. Paul Henry Lang, “Reflexiones sobre la música”