“Para interpretar bien una obra, debemos encontrarnos con ella. Y este encuentro se da en el juego creador, que es fuente de luz. Cuando el intérprete recorre las avenidas de una obra orientado por esta luz, actúa de modo coherente y otorga sentido a cuanto realiza. No quedan rincones oscuros en las obras. Incluso los pormenores cuyo sentido no habíamos logrado captar en otras versiones, adquieren bajo su dirección un sentido preciso y se engarzan espontáneamente en el conjunto. Por eso tenemos la sensación de estar habitando esta obra, como se habita una casa que nos es familiar”. “Pero el encuentro todo tipo de encuentro es fuente de luz. Conocemos de veras a una persona cuando la tratamos; conocemos a fondo una obra musical cuando la interpretamos o, al menos, la oímos con actitud creativa”. “No sabemos bien lo que es la música. Tras múltiples estudios y multitud de experiencias de alta calidad, sigue siendo en parte enigma indescifrable. Pero es enigma que irradia luz y nos ayuda a trascender nuestra condición menesterosa y alcanzar niveles de plenitud espiritual, felicidad y autoestima”. “La música nos permite promover una cultura del corazón, que es el hogar de la afectividad y los sentimientos. Insistamos en que los sentimientos son la vibración de todo nuestro ser ante el valor de aquello que le afecta. No son meros estados subjetivos arbitrarios e irracionales; tienen cierto poder cognoscitivo, en cuanto nos muestran la relevancia de las realidades que tratamos. Los sentimientos tienen una relación más estrecha con el sentido de las realidades y los acontecimientos que forman nuestro entorno vital que con las meras sensaciones e impresiones”. “En realidad, la música nos pone en relación con el mundo de las realidades espirituales más profundas. Sin recurso a las ideas, por el solo juego de los ritmos y sonidos, nos sitúa directamente en la armonía, y no es temerario llegar a decir que la música nos permite más que todo otro arte participar con toda el alma en esta paz, que supera todo el entendimiento y que es el fondo mismo del ser. La música tiende a restaurar en nosotros un cierto espacio cósmico interior, que nos libra de la pesadez que hay en nosotros. El artista se abre al mundo y a los hombres, y se constituye en mediador de éstos, para enseñarles a tener una actitud receptiva y una voluntad de comunión. La pobreza de los hombres procede de que no saben crear nada porque no saben recibir nada” “Toda obra de arte auténtica suscita en nuestro espíritu una forma de emotividad peculiar. Actualmente, urge revalorizar la afectividad humana, pues ésta no se reduce a una mera reacción biológica y psicológica; implica la vibración de toda nuestra persona ante algo valioso que nos trasciende. Nuestros sentimientos más elevados no se agotan dentro de nosotros; tienen un carácter intencional, es decir, apuntan a los seres relevantes que se nos manifiestan luminosamente y conmueven nuestro ánimo” Alfonso López Quintás, “Poder formativo de la música”